Ayer, 15 de noviembre de 2021, el pueblo cubano intentó escribir una nueva página en su lucha por la libertad. Convocados por la plataforma Archipiélago, miles de cubanos se prepararon para salir a las calles en una marcha cívica que buscaba exigir derechos fundamentales: libertad de expresión, el fin de la represión y la liberación de los presos políticos. Sin embargo, el régimen castrista, temeroso de perder el control, desató una brutal campaña de intimidación y violencia para impedirlo.
Desde días antes de la marcha, la Seguridad del Estado se movilizó para silenciar a los organizadores y a todo aquel que mostrara intenciones de participar. Yunior García Aguilera, dramaturgo y líder de Archipiélago, fue acosado continuamente en su hogar, con turbas organizadas por el gobierno bloqueando su salida y gritando consignas de odio. Finalmente, fue encerrado y aislado, incapaz de unirse a la protesta que él mismo ayudó a organizar.
La mañana del 15 de noviembre, las calles de La Habana, Santiago y otras ciudades amanecieron militarizadas. La policía política detuvo a activistas, periodistas y ciudadanos comunes que pretendían manifestarse pacíficamente. Los arrestos arbitrarios, el confinamiento domiciliario forzado y las amenazas marcaron el día. El régimen mostró su rostro más autoritario, demostrando que la idea de un “Estado socialista de derecho” es solo una fachada.
A pesar de la represión, la valentía del pueblo cubano fue evidente. En pequeños actos de resistencia, muchos vistieron de blanco, colgaron sábanas blancas en sus balcones y caminaron silenciosamente como símbolo de protesta. Incluso quienes no pudieron salir de sus hogares utilizaron las redes sociales para expresar su apoyo, publicando mensajes y videos que documentaban el terror impuesto por el régimen.
El 15N no fue un fracaso, como quiere hacer creer la propaganda oficial. Fue una demostración de que el pueblo cubano ha perdido el miedo y está dispuesto a enfrentar al castrismo, aunque el costo sea alto. Cada acto de represión refuerza la verdad de que el régimen está debilitado, temeroso de un pueblo que despierta y exige sus derechos.
El mundo debe prestar atención. La valentía de los cubanos que intentaron marchar ayer es un recordatorio de que la lucha por la libertad sigue viva, incluso en las condiciones más adversas. Mientras el régimen siga recurriendo a la violencia y la censura, la comunidad internacional tiene la responsabilidad de condenar sus abusos y apoyar activamente al pueblo cubano.
Hoy más que nunca, los cubanos dentro y fuera de la isla deben unirse para mantener viva la llama de la resistencia. Porque aunque el régimen intente silenciarlos, la verdad siempre encontrará la forma de hacerse escuchar.
Patria y Vida.