Es lunes, 12 de julio de 2021, y aún no terminamos de asimilar lo que ocurrió ayer en Cuba. Lo que empezó como una protesta en San Antonio de los Baños se convirtió rápidamente en un movimiento nacional, un levantamiento espontáneo que tomó por sorpresa a un régimen acostumbrado a silenciar cualquier signo de disidencia.
Ayer vimos algo que llevábamos décadas esperando: el pueblo cubano perdió el miedo. Desde la mañana, las calles se llenaron de personas hartas de vivir en la miseria, cansadas de escuchar excusas y mentiras mientras sufren hambre, apagones y falta de medicamentos. Pero no solo se trataba de exigir comida o luz. Ayer el grito fue mucho más profundo: el grito de libertad.
La respuesta del gobierno fue brutal. En La Habana, tropas antimotines arremetieron contra manifestantes desarmados. En Santiago, las fuerzas represivas dispararon para dispersar a la multitud. En Matanzas, brigadas paramilitares recorrieron las calles golpeando a quienes encontraban a su paso. A pesar de todo, el pueblo no se detuvo.
Hoy sabemos que cientos de personas han sido arrestadas, muchas de ellas menores de edad. Las redes sociales, que inicialmente sirvieron para coordinar y difundir las protestas, fueron bloqueadas. Pero el régimen no pudo ocultar la verdad: el mundo entero vio las imágenes de un pueblo decidido a recuperar su dignidad.
Hoy no se trata solo de recordar lo que pasó ayer. Se trata de preguntarnos qué viene después. La dictadura intentará apagar esta chispa como siempre lo ha hecho: con violencia y mentiras. Pero los cubanos de a pie han demostrado que ya no están dispuestos a vivir arrodillados.
Es hora de que la comunidad internacional despierte, que deje de mirar hacia otro lado y apoye esta lucha legítima. Ayer fue el comienzo de algo más grande. No sabemos cuánto tardará, pero lo que sí sabemos es que el pueblo cubano ya no está dispuesto a callar.
Patria y Vida.
