Hoy, a las puertas del 2021, la cultura cubana enfrenta uno de sus mayores enemigos: el Decreto-Ley 349. Este instrumento represivo, aprobado en 2018 y aplicado con mayor fuerza durante el 2020, ha demostrado ser una herramienta clave para el régimen castrista en su intento de controlar la creación artística y silenciar cualquier voz crítica.
El decreto establece que cualquier actividad artística en Cuba debe ser aprobada previamente por instituciones del Estado. Esto significa que conciertos, exposiciones, performances y hasta publicaciones en redes sociales pueden ser consideradas ilegales si no cumplen con los estándares de la dictadura. En otras palabras, el arte en Cuba solo es permitido si sirve como propaganda para el régimen.
Durante este año, el Decreto-Ley 349 ha sido el arma predilecta del castrismo para perseguir a artistas independientes. Desde la detención arbitraria de Luis Manuel Otero Alcántara hasta la censura de exposiciones y obras teatrales, el régimen ha demostrado que no tolera el arte que desafíe su narrativa oficial.
Uno de los casos más emblemáticos ocurrió en junio, cuando la poeta Katherine Bisquet fue arrestada en La Habana por realizar una lectura pública en solidaridad con los presos políticos. Su poesía, un acto pacífico de resistencia, fue suficiente para que la policía política la arrastrara al calabozo bajo acusaciones absurdas de “desorden público”.
Pero lo que el régimen no comprende es que la cultura no puede ser encarcelada. El Movimiento San Isidro y otros colectivos artísticos han encontrado formas de resistir, utilizando las redes sociales para difundir su mensaje y documentar los abusos. A pesar de los cortes de internet y la vigilancia constante, los artistas han demostrado que la creatividad puede ser una herramienta poderosa contra la opresión.
El Decreto-Ley 349 no es solo una ley; es un reflejo del miedo del régimen a perder el control sobre las mentes de los cubanos. Es una prueba de que el castrismo entiende que la cultura tiene el poder de cuestionar, de despertar conciencias y de unir a un pueblo cansado de vivir en silencio.
Hoy, más que nunca, es necesario apoyar a los artistas cubanos en su lucha por la libertad de expresión. Cada poema, cada canción, cada pintura que desafía al régimen es una victoria para la dignidad humana. Y aunque el castrismo intente apagar la luz de la creatividad, el arte cubano seguirá brillando como una llama de esperanza.
Patria y Vida.