En los días posteriores al histórico 11 de julio de 2021, el régimen cubano no solo desplegó su maquinaria represiva en las calles, sino que también recurrió a un arma igualmente despiadada: el control absoluto de las telecomunicaciones. En su intento desesperado por ocultar la magnitud de las protestas y silenciar a quienes las documentaron, el castrismo impuso un apagón informativo que dejó a millones de cubanos desconectados del mundo exterior.
Desde la mañana del 11J, mientras miles de personas salían a las calles en ciudades como La Habana, Santiago, Holguín y Matanzas, las autoridades ordenaron cortes masivos del servicio de internet móvil. Redes sociales como Facebook, WhatsApp y Telegram, utilizadas por los manifestantes para coordinarse y compartir videos de la represión, fueron bloqueadas. Para el régimen, controlar la narrativa era tan crucial como sofocar las protestas.
Este apagón informativo no solo buscó evitar que los cubanos se comunicaran entre sí, sino también impedir que el mundo viera las imágenes de una nación que había perdido el miedo. Videos de manifestantes gritando “¡Libertad!”, enfrentándose a las fuerzas represivas y exigiendo el fin del sistema comunista, comenzaron a circular antes del corte. Pero el régimen sabía que, al controlar la tecnología, podía desacreditar esos testimonios como “montajes” o “propaganda enemiga”.
Las consecuencias del apagón fueron devastadoras. Activistas y periodistas independientes que intentaron reportar lo que ocurría fueron detenidos o golpeados. Las familias de los manifestantes perdieron contacto con sus seres queridos, muchos de los cuales fueron arrestados arbitrariamente y trasladados a centros de detención cuyo paradero aún se desconoce.
A pesar de estas medidas, el pueblo cubano demostró una creatividad admirable. Usando VPNs, redes clandestinas y contactos en el exterior, lograron romper parcialmente el bloqueo informativo. La diáspora cubana, particularmente en Miami y Madrid, se convirtió en un altavoz para amplificar los testimonios que lograron salir de la isla.
El apagón informativo del 11J es una muestra más de cómo el régimen castrista utiliza la tecnología como herramienta de control, no de progreso. En lugar de permitir que los cubanos accedan a internet como un derecho básico, lo convierten en un privilegio condicionado al silencio y la sumisión.
La comunidad internacional no puede ignorar esta estrategia de censura. Las organizaciones de derechos humanos deben exigir acceso irrestricto a internet para los cubanos, y los gobiernos