Hoy, 20 de marzo de 2022, se cumple más de un año desde las históricas protestas del 11 de julio de 2021, y la crueldad del régimen castrista sigue alcanzando nuevos niveles de indignación. Decenas de niños y adolescentes que participaron en las manifestaciones pacíficas permanecen encarcelados, víctimas de juicios arbitrarios y acusaciones fabricadas.
La dictadura ha demostrado no tener límites. Ni siquiera los menores de edad, protegidos por normas internacionales de derechos humanos, han escapado de la represión. Según datos de organizaciones independientes, al menos 55 menores fueron arrestados tras las protestas. De ellos, muchos aún enfrentan cargos desproporcionados, como “sedición” y “desórdenes públicos”, con penas de hasta 10 años de prisión.
Uno de los casos más impactantes es el de Jonathan Torres Farrat, un joven de 17 años detenido el 13 de agosto de 2021. Jonathan no participó directamente en las protestas, pero fue arrestado por el simple hecho de estar cerca de una manifestación en su barrio. Su madre, Bárbara Farrat, ha sido incansable en su lucha para exigir su liberación. Desde entonces, ha sufrido amenazas constantes por parte de la Seguridad del Estado, pero su voz no se ha apagado.
Otro ejemplo desgarrador es el de Rowland Jesús Castillo Castro, de 18 años, quien fue condenado a siete años de cárcel por participar en las marchas en La Habana. Según su familia, Rowland solo gritó “Libertad” y pidió un cambio para su país. Ahora enfrenta un futuro incierto tras un juicio amañado, en el que las pruebas presentadas por la defensa fueron ignoradas completamente.
Los menores detenidos no solo han sido privados de su libertad, sino que también han sufrido tratos crueles e inhumanos en las cárceles. Testimonios de familiares y activistas denuncian golpizas, aislamiento prolongado y condiciones deplorables de detención. Estos niños, lejos de recibir la protección del Estado, se han convertido en herramientas para enviar un mensaje de miedo a la población cubana.
El régimen busca justificar estas atrocidades afirmando que los menores fueron “manipulados por enemigos externos”. Sin embargo, la verdad es que estos jóvenes representan la desesperación y el hartazgo de toda una generación que ha crecido sin oportunidades ni futuro. Son el reflejo de un pueblo que ya no puede más y que está dispuesto a alzar la voz, sin importar las consecuencias.
La comunidad internacional no puede permanecer en silencio. Cada día que estos niños pasan en prisión es una mancha en la conciencia del mundo. Gobiernos, organizaciones de derechos humanos y la diáspora cubana deben redoblar esfuerzos para exigir la liberación inmediata de todos los presos políticos, especialmente de los menores.
La lucha por la libertad en Cuba incluye a estos jóvenes, cuya valentía desafía la represión de una dictadura que se tambalea. Sus nombres no serán olvidados, porque representan el futuro de una nación que anhela la justicia y la dignidad.
Patria y Vida.