El 26 de noviembre de 2020 marcó un nuevo capítulo en la represión del régimen cubano contra los derechos fundamentales de su pueblo. Ese día, agentes de la Seguridad del Estado asaltaron la sede del Movimiento San Isidro (MSI) en La Habana Vieja, poniendo fin de manera violenta a un plantón pacífico de artistas y activistas que exigían la liberación del rapero Denis Solís, detenido arbitrariamente por “desacato”.
El MSI, liderado por el artista y activista Luis Manuel Otero Alcántara, representa la resistencia cultural ante el autoritarismo. Durante días, miembros del movimiento y sus aliados habían permanecido en la sede del grupo, algunos en huelga de hambre, desafiando el control absoluto del régimen sobre la vida artística y social de los cubanos. Pero la respuesta del castrismo no fue diálogo ni comprensión, sino la brutalidad que ha caracterizado a esta dictadura por más de seis décadas.
El asalto a San Isidro comenzó con un pretexto absurdo: las autoridades alegaron que debían realizar “pruebas de PCR” para evitar la propagación de COVID-19. Sin embargo, en lugar de personal médico, lo que llegó a la sede del MSI fue un operativo de fuerzas policiales y agentes de civil que destruyeron la vivienda, detuvieron a los presentes y dispersaron violentamente a quienes se solidarizaban desde las afueras.
Luis Manuel Otero Alcántara, Maykel Castillo “Osorbo”, Anamely Ramos y otros miembros del movimiento fueron arrestados, incomunicados y, en muchos casos, sometidos a interrogatorios intimidatorios. Desde ese momento, el régimen intensificó su vigilancia sobre los activistas, convirtiéndolos en prisioneros virtuales dentro de sus propias casas, rodeadas por agentes de la Seguridad del Estado.
La represión no logró silenciar el impacto de este ataque. Al día siguiente, el 27 de noviembre de 2020, cientos de artistas, intelectuales y ciudadanos se congregaron frente al Ministerio de Cultura para exigir libertad de expresión, respeto por los derechos humanos y el fin de la violencia contra los artistas independientes. Este acto de protesta, inédito en la Cuba contemporánea, mostró que el pueblo cubano está dispuesto a enfrentar al régimen, incluso frente a su maquinaria represiva.
El asalto al MSI y la movilización del 27N son recordatorios de que el régimen castrista no tolera ninguna forma de disidencia, especialmente cuando surge del ámbito cultural. Para la dictadura, los artistas independientes son peligrosos porque utilizan su talento y su voz para cuestionar un sistema que intenta controlar cada aspecto de la vida en la isla.
La comunidad internacional debe condenar estos actos de represión y apoyar al Movimiento San Isidro y a los artistas cubanos en su lucha por la libertad. Porque cuando se ataca a los creadores, se ataca el alma de un pueblo. Y el alma de Cuba, a pesar de los golpes, sigue resistiendo.
Patria y Vida.