El nuevo rostro del miedo: cómo el régimen cubano sofoca la protesta ciudadana

REFLEXIONES

Introducción

En Cuba, el miedo no es solo una emoción: es una política de Estado. Después del estallido social del 11 de julio de 2021, el régimen aprendió que la protesta puede brotar incluso del silencio más largo. Desde entonces, ha perfeccionado un sistema de represión híbrida —una mezcla de tecnología, control social y castigo ejemplar— para impedir que el pueblo vuelva a salir a las calles. Este es el nuevo rostro del miedo en la isla: más sofisticado, más silencioso, más efectivo.

El trauma del 11J: una herida que el régimen no logra cerrar

Las protestas del 11J marcaron un punto de no retorno. Por primera vez en décadas, miles de cubanos gritaron “Libertad” sin esperar permiso. Las imágenes recorrieron el mundo, y con ellas la verdad que el castrismo llevaba medio siglo maquillando.

El régimen respondió con lo que mejor sabe hacer: violencia y escarmiento. Centenares de ciudadanos fueron golpeados, detenidos y juzgados en procesos sumarios. El mensaje fue claro: quien desafíe al poder, pagará el precio.

Sin embargo, el 11J dejó algo que el miedo no puede borrar: la conciencia del poder colectivo. Y ese es el verdadero enemigo del castrismo.

Del garrote a la pantalla: la represión digital

En los últimos años, el régimen ha trasladado parte de su aparato represivo al terreno digital. A través de ETECSA, el monopolio estatal de telecomunicaciones, se espía, bloquea y rastrea toda actividad en línea.

La llamada “ciberguerra revolucionaria” tiene un objetivo: identificar y neutralizar voces disidentes antes de que puedan organizarse.

  • Los activistas son vigilados mediante el monitoreo de redes sociales.
  • Las conexiones se ralentizan o cortan durante protestas o transmisiones en vivo.
  • Los sitios independientes y de oposición son sistemáticamente bloqueados.

El régimen teme más a un tuit viral que a un panfleto en una esquina. Porque en la era digital, la verdad viaja más rápido que el miedo.

Represión laboral: el castigo cotidiano

En Cuba, no hace falta una celda para castigar. Un trabajador puede ser sancionado, despedido o marginado por expresar opiniones contrarias al discurso oficial. Los llamados “factores políticos” en centros de trabajo actúan como informantes del Estado, decidiendo quién merece o no conservar su empleo.

Esta forma de represión es más insidiosa que los golpes: te obliga a elegir entre la dignidad y el pan.
Y así, el miedo se normaliza, se vuelve rutina, parte del aire que se respira en cada oficina, hospital o escuela.

Los nuevos mecanismos de control social

El castrismo ha evolucionado: ya no necesita llenar las calles de policías uniformados para imponer terror.
Hoy, el control pasa por tres mecanismos principales:

  1. La vigilancia comunitaria: los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) siguen funcionando como ojos y oídos del régimen.
  2. La manipulación mediática: los noticieros estatales transforman la represión en “defensa del orden”.
  3. La criminalización del disenso: cualquier crítica es etiquetada como “mercenaria”, “contrarrevolucionaria” o “financiada por potencias extranjeras”.

El objetivo no ha cambiado: mantener al ciudadano dividido, aislado y temeroso.

Resistir sin armas: el poder de la palabra y la verdad

A pesar del control, la ciudadanía sigue resistiendo. Los artistas del Movimiento San Isidro, los periodistas independientes, los activistas de derechos humanos y miles de cubanos dentro y fuera del país continúan rompiendo el cerco del silencio.

La tecnología —la misma que el régimen intenta usar como herramienta de control— también sirve para difundir la verdad. Plataformas como Cuba sin Censura son prueba de que la palabra libre sigue viva y puede desafiar al poder.

Conclusión: el miedo no puede durar para siempre

La dictadura cubana ha mutado, pero no ha cambiado su esencia. Sigue siendo un sistema que necesita del miedo para sobrevivir.
Sin embargo, la historia demuestra que ningún gobierno puede sostenerse eternamente sobre el terror.

Cada acto de censura, cada arresto, cada golpe… siembra también una semilla de indignación.
Y cuando esas semillas florezcan todas a la vez, Cuba volverá a gritar “Libertad”, esta vez sin miedo.

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