Internet bajo vigilancia: el espejismo de la libertad digital en Cuba

REFLEXIONES

Internet llegó tarde a Cuba, y no por falta de cables o satélites, sino por miedo.
Durante décadas, el régimen temió lo que más necesita cualquier dictadura evitar: la libre circulación de ideas.
Hoy, mientras la propaganda oficial habla de “modernización digital”, la red en Cuba es un espejismo: parece libre, pero está vigilada.

El acceso es caro, la velocidad limitada, los contenidos censurados, y los usuarios, observados.
En la isla, conectarse no es un derecho: es un acto bajo sospecha.

ETECSA: la puerta de entrada y el ojo que todo lo ve

La Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (ETECSA) es el único proveedor de Internet en la isla. No es una compañía común: es un brazo del Estado y, por tanto, una herramienta de control político.

Cada conexión pasa por sus servidores.
Cada llamada, mensaje o página visitada puede ser monitoreada.
ETECSA no solo vende datos: vende obediencia.

Los activistas y periodistas independientes lo saben bien. Muchos han visto cómo sus cuentas se bloquean justo antes de publicar una denuncia, cómo sus transmisiones en vivo se interrumpen, o cómo pierden acceso total tras una cita con la Seguridad del Estado.

El mensaje es claro: “Conéctate, pero no te atrevas a usar la red contra nosotros”.

El espejismo de la modernidad

Cuando en 2018 se habilitó el acceso a Internet móvil, el gobierno lo presentó como un triunfo de la “revolución tecnológica”.
En realidad, fue un movimiento calculado: ofrecer la ilusión de libertad mientras se refinaba la vigilancia digital.

Los ciudadanos empezaron a denunciar abusos, subir videos de protestas y comunicarse sin censura aparente… hasta el 11 de julio de 2021, cuando miles salieron a las calles.

Esa tarde, el régimen apagó el país con un clic.
ETECSA bloqueó el acceso a redes sociales, aplicaciones de mensajería y medios independientes.
Cuba regresó al silencio digital, demostrando que la conexión nunca fue un derecho, sino un privilegio revocable.

Cibervigilancia y manipulación: la nueva policía política

En los últimos años, la Seguridad del Estado ha desarrollado una sofisticada red de vigilancia cibernética.
Los agentes no solo monitorean contenidos: también fabrican perfiles falsos para infiltrar grupos, sembrar desconfianza y hostigar a activistas.

El Ministerio del Interior cuenta con un Departamento de Ciberdelitos que persigue a ciudadanos por publicaciones en Facebook, comentarios en X (Twitter) o simples mensajes de WhatsApp.
Las detenciones por “difundir noticias falsas” o “atentar contra la seguridad del Estado” se han vuelto comunes.

La censura se complementa con la propaganda digital: ejércitos de cuentas falsas, conocidas como “cibertropas”, se dedican a inundar las redes con mensajes oficialistas, insultos y desinformación.

La “Ley Mordaza” digital

En 2021, el gobierno aprobó el Decreto-Ley 35, un instrumento jurídico que legaliza la censura.
Según esta norma, los usuarios no pueden “difundir información contraria al interés social, la moral o el orden público”.
Una frase tan vaga como peligrosa, que permite castigar cualquier crítica al poder.

El resultado es un ecosistema digital donde la autocensura florece. Muchos cubanos prefieren callar, borrar sus publicaciones o evitar temas sensibles por miedo a represalias.

En Cuba, Internet no es un espacio para expresarse: es un campo minado.

Resistencia en la red: la voz que no se apaga

A pesar de todo, la verdad encuentra sus grietas.
Medios independientes, blogueros, artistas y activistas han aprendido a sortear los bloqueos mediante VPN, proxies y plataformas encriptadas.

Cada conexión clandestina, cada video subido desde un teléfono confiscado, cada artículo publicado desde el exilio es un acto de resistencia.
El régimen puede controlar los cables, pero no puede apagar el deseo de libertad que corre por ellos.

La red se ha convertido en el nuevo espacio de batalla entre el control total y la dignidad individual.

Conclusión: la libertad no necesita permiso

El castrismo teme a Internet porque sabe que la verdad es viral.
La red rompe el monopolio de la palabra, el arma más poderosa de cualquier dictadura.
Por eso la vigila, la distorsiona y la censura.

Pero el pueblo cubano ha aprendido algo que ningún decreto puede revertir: una vez que se prueba la libertad, no hay vuelta atrás.
El día que la conexión sea realmente libre, Cuba también lo será.

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